Una de las reflexiones que me ha impuesto la pandemia ha sido la de la vulnerabilidad de los ancianos. Ellos han sido el grupo de mayor riesgo ante el avance del Covid-19, pero ese dato no es más que otra muestra de la precariedad general de ese grupo etario.
Porque también suelen ser los ancianos los más vulnerables económica y social o familiarmente.
Ejemplos del cine y la literatura
No es un hecho exclusivo de nuestra contemporaneidad. En el año 1956, el japonés Shichiro Fukazawa escribió la novela “La balada de Narayama”, llevada al cine, primero, por Keisuke Kinoshita en 1958, y más tarde, en 1983, magistralmente realizada por Shohei Imamura. La novela relata la historia de una población rural japonesa en donde los ancianos, al cumplir los 70 años de edad, suben a una montaña para abandonarse a la muerte, ya que se consideran un estorbo para su comunidad.
Otra confabulación contra la vejez ocurre en la novela de Adolfo Bioy Casares “Diario de la guerra del cerdo”, narración de 1969, que relata la guerra entre jóvenes y viejos, y que ha dejado frases tan sublimes como “En esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser”.
Pero no es necesario remontarse muy atrás en el tiempo para observar ejemplos similares. Algo parecido ocurre en la película del año 2019 “Midsommar”, dirigida por Ari Aster, en donde en una celebración pagana en algún lugar del norte de Europa, las personas que llegan a cierta edad consienten en morir, como parte de un ciclo natural en donde los ancianos no tienen cabida.
Todos ellos son ejemplos que se han reversionado en este 2020. Los ejemplos no son pocos: en México, durante las primeras semanas del confinamiento, las denuncias recibidas por el Departamento de la Familia por maltrato a adultos mayores sobrepasaron los porcentajes esperados. En Madrid, el Gobierno autónomo ocultó durante semanas los datos de las residencias para mayores, que finalmente dio por resultado la muerte de más del 11% de los ancianos residentes en dichos centros.
Es un fenómeno global al que pocas sociedades escapan. Ojalá esta pandemia sirva de reflexión para que se produzca un cambio en nosotros, y en un futuro no lejano la ancianidad sea tiempo de reposo hacia quienes se encuentran en la última etapa de sus vidas, y jamás se verifiquen en la realidad diálogos como el que puede leerse en el anteriormente mencionado libro de Bioy Casares, cuando un taxista le dice a uno de los protagonistas:
- ¿No se ha enterado, señor? Por deporte roban viejos y después los tiran por ahí.