A veces, para conocer los límites que puede traspasar la Literatura, hay que observar lo que es metaliterario. Y es que lo que suele rodear lo estrictamente artístico se puede comparar con lo que circunda otras categorías, tanto políticas, sociales o de otra índole.
Buen ejemplo de esto es lo que ocurrió luego de la muerte de Víctor Hugo.
Las noticias de la grave enfermedad del más famoso de los escritores franceses llegaron a los medios de comunicación el 18 de Mayo de 1885. Víctor Hugo no era un escritor más. Durante todo el siglo 19 había logrado convertirse en una de las primeras estrellas mediáticas de la Historia gracias a su literatura que, con una calidad que ha perdurado en el tiempo, consiguió enamorar a sus coetáneos. Si en Inglaterra el siglo 19 fue de Dickens, en Francia lo fue de Víctor Hugo.
Durante cuatro días la nación francesa contuvo su aliento, y mantuvo continuas vigilias de rezos esperando que aquel hombre se recuperara. Pero finalmente el destino jugó su papel, y a la 1:30 de la madrugada del 22 de mayo, Víctor Hugo fallecía a la edad de 83 años.
Con su muerte la nación francesa se unió como posiblemente no lo había hecho nunca antes en la Historia. Porque no sólo moría uno de los escritores más prestigiosos del romanticismo francés, sino que con la muerte de Víctor Hugo se iba uno de los hombres claves de la democracia francesa, ya que había ayudado a sentar las bases de la Tercera República.
Ante la consternación popular, en los días siguientes a su muerte, el gobierno francés decidió homenajear por primera vez en la Historia de Francia a un hombre llano con honores de noble. Por ello, fue la primera persona que, pese a no ser miembro del clero, el ejército o la nobleza, fue enterrado en el Panteón, el monumento mortuorio que hasta entonces sólo había estado reservado a las clases altas.
Durante toda la noche previa al 1 de junio de 1885, la lluvia no evitó que cientos de miles de personas se fueran reuniendo a lo largo de todo el recorrido por el que se había previsto que pasase el séquito mortuorio, partiendo desde el Arco del Triunfo, donde se velaba el cuerpo de Víctor Hugo, hasta llegar al Panteón, donde finalmente se enterró su cuerpo.
A primera hora de la mañana, con seis oraciones bajo el Arco del Triunfo, el largo funeral comenzó frente a importantes personalidades francesas y varios embajadores de otros países europeos. En su largo camino hacia su destino final, el séquito fue observado por más de dos millones de personas, tanto parisinos como foráneos que habían decidido acercarse a decir su último adiós.
A su llegada al Panteón, Víctor Hugo fue sepultado en la misma cripta donde yacía Alexandre Dumas, y donde años más tarde sería sepultado Émile Zola. La popularidad de Víctor Hugo entre las clases medias y bajas se pudo ver aquel día en las calles de París, donde por primera vez en la Historia un homenaje popular a un hombre llano superó al de un jefe de estado.