Por Anna Gimeno.
Los Peter Pan son los jóvenes eternos que se desentienden de las exigencias del mundo real escondiéndose en un mundo de fantasía, en su país de Nunca Jamás. Atrapados en él, no pueden desarrollar los roles que han de asumir, como el de padre, pareja o profesional, tal y como se espera en la adultez. Se pueden reconocer porque muchos de ellos puede que se resistan a independizarse de los padres, mantengan relaciones afectivas superficiales y sin compromiso, o no acaben de encontrar su sitio en el mundo laboral. Como el conocido personaje de J.M. Barrie, vuelan continuamente buscando aventuras, pero se sienten incapaces de detener su vuelo y conseguir una estabilidad en la vida real.
Esta resistencia a crecer, más frecuente en varones que en mujeres, fue definida por el psicólogo americano Dan Kiley en 1983, y es un problema cada vez más frecuente, pues sociológicamente este trastorno cada vez se encuentra más cronificado como consecuencia de la sociedad capitalista y de la inmediatez, en la que cada día las cosas se consiguen con menor esfuerzo y sin necesidad de compromiso, y en la que consumimos para rellenar los huecos afectivos. Todo ello nos reporta un placer inmediato, pero efímero.
Así, en el Síndrome de Peter Pan se da una tensión entre el estilo de vida vinculado a la infancia, por un lado, y las exigencias vinculadas a la adultez, etapa caracterizada por la necesidad de asumir responsabilidades y alcanzar metas a largo plazo. La perspectiva de dejar atrás un modo de vida basado en el juego y la inmediatez resulta muy duro para algunas personas, que en ciertos casos se resisten a abrazar ese modo de vida emocionalmente maduro que va más allá del egocentrismo y el «aquí y ahora».
Las personas que padecen Síndrome de Peter Pan pueden parecer despreocupadas y felices, pues viven según la máxima del Carpe Diem, pero al indagar un poco en su vida o persona, afloran sentimientos de soledad e insatisfacción, acompañados de dependencia personal, pues necesitan a su lado a otra persona que satisfaga sus necesidades y les haga sentir protegidos. Estas personas que se encargan de satisfacerle, generalmente son los padres, hermanos mayores o la pareja.