En nuestra época no es frecuente que los presidentes, primeros ministros, reyes o cualquiera sea el nombre de la máxima autoridad de un país, escriban libros.
Es sabido que muchos de ellos, especialmente luego de dejar la primera magistratura, publican sus memorias, aunque en casi todos los casos, dichos libros son escritos por otros, y los políticos sólo aportan sus experiencias -reales o no- para que el libro llegue a buen término.
También es importante destacar que en la mayoría de los casos esos textos tienen un objetivo claramente político, ya sea para justificar las acciones de gobierno o para promocionarse para un eventual retorno a la cima del poder.
Por ello siempre me causó una viva impresión que hubiera líderes políticos que se hicieran tiempo en sus habituales tareas para dedicarse a la Literatura, a temas filosóficos o de religión. Prueba de ello es el artículo de este blog con fecha primero de marzo, en donde recordé a Nezahualcóyotl, probablemente el mejor conocido poeta precolombino.
Hoy, en ese mismo sentido, quiero honrar la memoria de uno de los más polémicos reformadores religiosos del mundo antiguo, el faraón Akenatón.
Es por muchos conocida la figura de este mítico rey egipcio y su sorprendente período de gobierno. Lo que no lo es tanto es su vocación literaria. Como muestra de ello, dejo en las líneas siguientes, un ejemplo de su estilo y sus preocupaciones existenciales.
GRAN HIMNO A ATÓN
¡Apareces resplandeciente en el horizonte del cielo,
oh Atón vivo, creador de la vida!
Cuando amaneces en el horizonte oriental,
llenas toda las regiones con tu perfección.
Eres hermoso, grande y brillante.
Te elevas por encima de todas las tierras.
Tus rayos abarcan las regiones
hasta el límite de cuanto has creado.
Siendo Ra alcanzas sus límites,
y los dominas para este hijo bienamado por ti.
Por lejos que te encuentres, tus rayos siempre están sobre la tierra;
aunque se te vea, tus pasos se desconocen.
Cuando te ocultas por el horizonte occidental,
la Tierra se oscurece como si llegara la muerte.
Se duerme en los aposentos, con las cabezas cubiertas,
y lo que un ojo hace no lo ve el otro.
Aunque fueran robados sus bienes,
que están bajo sus cabezas,
los hombres no se percatarían.
Todos los leones salen de su guarida,
todas las serpientes muerden,
la oscuridad llega, la Tierra reposa en silencio,
cuando su Creador descansa en el horizonte
cuando brillas, como Atón, durante el día.
Cuando lanzas tus rayos,
las Dos Tierras lo festejan,
los hombres despiertan y se levantan sobre sus pies,
porque tú los has despertado;
los cuerpos se purifican, se visten,
sus brazos adoran tu aparición,
el país entero se pone a trabajar,
todos los animales pacen en sus pastos,
los árboles y las plantas brotan,
los pájaros vuelan más allá de sus nidos,
mientras sus alas desplegadas saludan tu ka.
Todas las manadas brincan sobre sus patas,
lo que vuela y todo lo que se posa,
vive cuando te alzas por ellos.
Los barcos se ponen en camino tanto hacia el norte como hacia el sur,
los senderos se abren cuando asciendes,
los peces del río saltan hacia tu rostro,
y tus rayos penetran hasta el centro del Gran Verde.
Tú, que haces que la semilla crezca en las mujeres,
que creas la semilla de las gentes,
que alimentas al hijo en el vientre de su madre,
que le apaciguas para calmar sus lágrimas,
eres la nodriza en el seno,
el que da el aliento
y alimenta todo lo creado.
Cuando surge del vientre a respirar,
el día de su nacimiento,
abres su boca,
y provees sus necesidades.
Cuando el polluelo pía en el huevo, en su cascarón,
dentro, le das el aliento que le hace vivir;
cuando tú le has completado,
rompe el cascarón
y sale del huevo,
para anunciar su terminación,
Caminando sobre sus patas apenas ha salido de él.
¡Cuán numerosas son tus obras,
aun cuando permanecen ocultas a la vista!
¡Oh Dios Único, inigualable!
Creaste la Tierra según tu deseo, tú, solitario,
a todos los hombres, el ganado y los rebaños;
cuanto existe en la tierra que anda sobre sus patas,
todo lo que hay en el cielo que vuela con sus alas,
las tierras de Jaru y Kush,
la tierra de Egipto.
Pones a cada hombre en su lugar,
provees sus necesidades,
todo el mundo dispone de su comida,
la duración de su vida está calculada,
sus lenguas difieren en el habla,
así como sus caracteres,
sus pieles son distintas,
porque tú diferenciaste a las gentes.
Creaste a Hapy en la Duat
y lo traes según tu deseo,
para alimentar a las gentes,
porque las creaste para ti mismo.
Señor de todo, que se esfuerza por ellos,
Señor de todas las tierras que brilla por ellas,
Atón del día, grande en Majestad.
Haces vivir a todas las tierras lejanas,
creaste un Hapy celeste que desciende por ellas,
que provoca olas sobre las montañas, como el Gran Verde,
para inundar sus campos y sus ciudades.
¡Cuán excelentes son tus designios, Oh Señor de la Eternidad!
El Hapy que está en el cielo para los pueblos extranjeros
y para todas las criaturas de los países que caminan sobre sus patas,
para Egipto, el Hapy que sale de la Duat.
Tus rayos alimentan los campos,
cuando brillas, viven, germinan por ti;
hiciste las estaciones para nutrir todo cuanto has creado,
el invierno para enfriar, el calor para que te saboreen.
Creaste el cielo lejano para brillar en él,
para observar todo aquello que hiciste.
Tú, solo, brillando, en tu manifestación de Atón viviente,
elevado, radiante, distante, cercano,
creaste millones de manifestaciones de ti mismo,
ciudades, pueblos, campos, el discurrir del río,
porque eres el Atón del día en las alturas.
Discurres para dar la existencia
a los seres que has creado,
estás sobre ellos y puedes ver su regocijo.
Estás en mi corazón,
no hay otro que te conozca,
sólo tu hijo Neferjeperura Uaenra,
a quien has mostrado tus caminos y tu poder.
Los de la Tierra vienen a la existencia de tu mano, como tú los creas;
cuando amaneces ellos viven,
y cuando te ocultas mueren.
Tú eres, tú mismo, la duración de la vida; se vive por ti,
todos los ojos contemplan tu perfección hasta que te ocultas,
todos los trabajos cesan cuando descansas por Occidente,
y cuando amaneces haces que todo el mundo se mueva por el Rey.
Cada pierna se mueve porque creaste la Tierra,
les haces surgir para tu hijo, que nació de tu cuerpo,
el Rey que vive por Maat, el Señor de las Dos Tierras,
Neferjeperura El Único que pertenece a Ra,
el hijo de Ra que vive por Maat, Señor de las coronas,
Ajenatón, duradera sea su vida,
y la de la Gran Reina a quien él ama, la Señora de las Dos Tierras,
Nefer-neferu-Atón Nefertiti; que viva por siempre jamás.