Por Nuria Azancot e Itzíar de Francisco.
Resulta difícil creer que en un país que publica más de 70.000 novedades al año todavía haya quien no encuentre editor, pero sí. Cada año, pagándolo de su bolsillo, engañados y orgullosos, con la ilusión del primerizo unos y la vanidad del veterano otros, miles de autores desconocidos lanzan miles de ejemplares que contribuyen a la saturación del mercado. Por eso, cada año, cientos de anuncios en periódicos y suplementos españoles reclaman nuevos autores. La sorpresa viene cuando el novel llama para ofrecer su libro y el presunto editor le lanza sus tarifas: primero un comité anónimo estudiará el libro; si es muy malo, dice, le editará 50 ejemplares, pero si vale la pena, la tirada (de 100 a 500 ejemplares) dependerá del autor. Porque será quien pague. Las cifras, entonces, oscilarán entre los 1.000 y los 10.000 euros, dependiendo del diseño y distribución. Si todo va bien, el novel con posibles acabará viendo sus libros en una gran superficie y en pequeñas librerías dispersas. Si no, puede acabar en los tribunales, como el medio centenar de autores españoles e hispanoamericanos que lleva años pleiteando con la editorial sevillana Jamais por estafa.
Lo cierto es que cada año, cincuenta nuevos casos de escritores estafados acaban sobre la mesa de Juan Mollá, abogado y presidente de la Asociación Colegial de Escritores. En la mayoría de los casos son autores noveles que, después de haber pagado cantidades que nunca bajan de los 1.000 euros a empresas que se comprometen a publicar y distribuir su obra inédita, ven cómo el dinero se ha esfumado ante sus ojos a cambio de una veintena de ejemplares que jamás llegan a librerías. “Las supuestas editoriales les obligan a firmar contratos bajo unas condiciones de pago leoninas sin cumplir su promesa de distribuir la obra”, explica Mollá.
Estafados por vanidad
“En la realidad se dan muchísimos más casos de los que llegan aquí, pero los autores están en una situación de inferioridad y rara vez protestan porque no se atreven. Tienen miedo de denunciar y que los editores hagan causa común contra ellos, cerrándoles así las puertas al mercado editorial”. Mollá cree que, además, este tipo de denuncias relacionadas con los derechos de autor no son tomados en serio por algunos jueces. Por no mencionar la vergüenza de reconocer que se ha sido estafado por vanidad. “Otro problema añadido es la falta de solvencia de las entidades demandadas, que finalmente se descubren como sociedades con poco capital a nombre de terceros”, confirma.
Pero ¿qué lleva a un autor a contactar con estas empresas de edición (Premura, Devenir, Edición Personal) a las que muchos editores se resisten a denominar “editoriales”? Para el joven poeta Julio Santiago, que se autofinanció la edición sus primeros poemarios –y que ha publicado con Vitruvio sus últimas cinco obras–, las posibilidades de publicación en este país se reducen a tres: “O ganas un premio que conlleve la edición del texto ganador, o envías decenas de borradores que nadie leerá a decenas de editoriales que ni te contestarán, o te autofinancias la edición de tu propia obra”. Con un poco de suerte, de dinero y de paciencia verás tu obra editada y distribuida en menos de un año. “Yo he editado con M.E. editores, Edimat libros y Vitruvio y no he tenido ningún problema, pero me considero afortunado porque conozco bastantes casos de autores que después de pagar cantidades de dinero nada despreciables o no llegan a ver su libro publicado o sólo pueden hacerse con 20 ejemplares. Yo realicé mi propio estudio de mercado y llegué a acuerdos con bibliotecas y centros escolares, así que no tuve problemas para ver mi obra distribuida y colocada en un estante al alcance del lector”.
Más clarificador es el caso de Francisco Romero, último ganador del premio Río Manzanares de Novela con Papel carbón (Calambur). Finalista de varios premios, se cansó de mandar sus novelas a editoriales prestigiosas que no le contestaban, y creó su propia editorial, Baobab. Con la ayuda de un amigo diseñador, una imprenta, su tienda y su experiencia como fotógrafo, se autoeditó sus tres primeras novelas. “Me edito los libros y los vendo en mi tienda. Y como realmente funciona el boca a boca, algunos autores desconocidos me han pedido que les edite yo, algo que no entra en mis planes. Lo peor es que engañan a muchos autores dispuestos a pagar lo que sea por ver su libro impreso –insiste Romero–. Les dicen que se van a ver en librerías, y no mencionan que si eso ocurre, y no es lo normal, estará en una repisa escondida. En cambio, yo, autoeditándome y controlando las ventas, de Y el pirata creó el mar (2002) he vendido 1300 ejemplares por sólo 6.000 euros que ya he recuperado. Y sigo presentándome a premios, y sigo esperando que, algún día, Jorge Herralde me llame para entrar en sus cuadras. Pero no estoy dispuesto a someterme a la dictadura de los oficinistas que te rechazan el libro sin leerlo. Para mí la literatura es una carrera de fondo, escribiré mejor o peor, aunque sigo aprendiendo, pero tengo historias y no me rindo”. Como Romero, para muchos autores noveles la autoedición y la coedición son los únicos caminos posibles para poder acceder al restringido mercado editorial donde un buen agente literario y un mejor contacto valen más que una buena obra. Y dentro del sector de la edición hay empresas fiables y también mucho “tocomocho”. El procedimiento es, sin embargo, parecido entre unas y otras. Primero se envía el texto para que un “comité de lectura” lo someta a valoración, y las impresiones causadas quedarán recogidas en un informe gratuito. Si la obra es buena, empresas como Edición Personal se comprometen a lanzar una tirada de 200 ejemplares, mientras que si es mala sólo de 50. Otras, como Imagine Ediciones, recomiendan una tirada de 500 para las obras de poesía, mientras que la Sociedad de Nuevos Autores estima la primera edición alrededor de 150 ejemplares, de los cuales cerca de 25 se quedaría el propio autor. El presupuesto depende del número de páginas, las imágenes contenidas en el libro, y el trabajo de corrección, pero oscilan entre 1.900 y 5.000 euros para un poemario, que sería el tipo de libro más fácil de editar por el reducido número de páginas y la ausencia de elementos gráficos. De esa cantidad de dinero, el 30 por ciento se destina a la distribuidora, otro 30 por ciento a la librería, un 5 por ciento cubre los gastos de gestión y el 30 por ciento restante es para el autor, según la política de Imagine. En la Sociedad de Nuevos Autores es el 20 por ciento de los beneficios de la venta lo que le queda al autor.
Demasiado “tocomocho”
Los tiempos suelen ser similares en todas las empresas consultadas: un mes para realizar el informe de lectura y casi seis hasta que el libro llega a la librería. Éste suele ser el punto más conflictivo y donde el negocio se convierte en estafa, ya que muchos autores denuncian que la obra no sale de imprenta. Las empresas que sí cumplen su parte del trato consiguen colocar las obras en librerías independientes y –con muchas suerte– en grandes superficies como la Casa del Libro. Desde la Federación de Gremios de Editores de España valoran de forma positiva la existencia de estas empresas que descubren nuevos valores y que además intentan hacerse con un catálogo de autores propios. Otras, sin embargo, no buscan la calidad del contenido sino a autores despistados a los que pedir una jugosa cantidad de dinero a cambio de promesas. Y también están las editoriales “formales”, asentadas en el mercado que, según denuncian muchos autores, publican las obras de los escritores sin retribuirles ni un sólo euro de los beneficios porque consideran que la mera publicación ya es una recompensa. El problema surge cuando el autor novel acude a una editorial “de prestigio” con la esperanza de que le publiquen, y se encuentra con unas tarifas. Es la autoedición encubierta, a la que recurren, según algunas fuentes, un 20 por ciento de los autores que publican cada año. En ocasiones es el mismo autor quien, ante el rechazo de su original, sugiere la posibilidad de colaborar a la edición o sufragarla totalmente. Jesús Munárriz, editor de Hiperión, reconoce que cada año recibe cientos de originales de nuevos autores. Cuando el libro es muy malo, “lo devolvemos, pero dando pocas explicaciones”. Y sí, cada año algunos autores noveles se ofrecen a pagar en parte o totalmente la edición del libro, “aunque Hiperión siempre dice que no”. Otros acceden bajo cuerda, y algunos lo hacen sin complejos.
Autoedición sin complejos
El de Antonio Huerga, responsable de la editorial Huerga & Fierro, es uno de los nombres que más a menudo se repiten –siempre en voz baja– como uno de los editores dedicados a este suculento negocio. Huerga comienza por reconocer que “en ocasiones vienen escritores muy rebotados, que han probado con las grandes editoriales tipo Alfaguara, Anagrama, Tusquets, o en editoriales menores pero de prestigio como Lengua de Trapo, que les han devuelto el texto sin más explicaciones… Y sí, son ellos los que te proponen la financiación compartida o completamente asumida por ellos. Por ejemplo, te aseguran que la Diputación Provincial o la Biblioteca Regional de turno se van a comprometer a comprar tantos ejemplares. Si el libro vale la pena –y sólo si vale la pena– y la Diputación o la Biblioteca Regional confirman por escrito que van a comprar tantos ejemplares, podemos editar el libro. Sería absurdo no hacerlo, porque a eso nos prestamos todos, editores mayores y menores, y el que no lo hace es porque tiene un premio detrás. Jamás le decimos a un autor que entre pagando, pero nos llama mucha gente desesperada, que al entregar el libro menciona una beca o la subvención segura…¿cómo decirles que no? Porque la autoedición no les garantiza la distribución que puedo darles yo”.
Claro que también hay autores de prestigio, algo olvidados, dispuestos a sufragarse la edición de sus textos inéditos. En el caso de Huerga, pueden ofrecerse a comprar parte o toda la edición del libro, y a distribuirla. Aunque, eso sí, sin que nadie lo sepa, porque, como señala Huerga, “les da miedo reconocer que publican pagando”. Pero no sólo es Huerga & Fierro. Muchas editoriales postineras acceden a publicar obras cuando por medio y por escrito consta que una entidad pública va a comprar parte de la edición. Sin ir más lejos, es lo que se dice que hizo Mondadori en 2004 con un novelista primerizo, cuando éste garantizó que las Bibliotecas de su región iban a comprar 2000 ejemplares, y lo que en ocasiones hace Renacimiento. Lo cierto es que el caudal de autores primerizos resulta asombroso. Dvd recibe cada año entre 350 y 400 títulos no pedidos. Y sí, alguna vez, “muy pocas, en realidad, un autor se ofrece a colaborar económicamente en la edición del libro. Nuestra respuesta es siempre que nuestra editorial no utiliza ese sistema”. Sin embargo, tercia el editor Sergio Gaspar, “me consta que existen numerosos ejemplos de autoedición encubierta y que algunas editoriales sí se prestan. Cada vez menos, eso sí, y sobre todo las marginales”. En voz baja da algunos nombres de editores que antes se dedicaban a este negocio, en ocasiones “pidiendo cantidades considerables. En el caso de los grandes no es habitual, porque a un editor serio y decente no le compensa”. La duda surge cuando algunas editoriales de poesía basan su catálogo sólo en los premios literarios que publican. Se dice que entre el 70 y el 80 por ciento de lo que publica Visor en los últimos años son libros premiados, y el 20 por ciento del presupuesto de Lengua de Trapo depende de premios. No se trata de autoedición, pero sí de edición subvencionada. Gaspar es contundente: “Eso lo hacemos todos, y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Quienes publicamos poesía necesitamos esos premios, porque sin ellos nos encontraríamos con un problema de liquidez gravísimo. También hay que tener en cuenta que hay poetas con nombre y calidad que exigen un dinero que el editor no puede pagar en concepto de anticipo. Y esos 6.000, 9.000 ó 15.000 euros son los que dan los premios. También las instituciones convocantes suelen preferir que sus premios los conquisten autores célebres que les den prestigio, pero eso no supone que los premios estén ni apalabrados ni dados de antemano, al menos no al cien por cien. Porque ningun editor puede ni quiere influir ni controlar a los jurados”.
El caso Jamais
Nada que ver, por tanto, con la actividad criminal de algunos. Desde hace cuatro años medio centenar de autores de España e Hispanoamérica se enfrentan en los tribunales a Santiago Rojas, de la editorial sevillana Jamais, aunque cientos no quieren dar la cara por vergüenza. Al parecer, Rojas ofrecía en internet y en revistas la publicación de libros a precios competitivos, garantizando la distribución y la promoción periodística. “Después –explica una de las víctimas– te prometía que eres el próximo Coelho, y te pedía que fueses su socia. El paso siguiente era la firma de un contrato estándar: 5000 copias, distribución nacional, presentación con grandes personalidades del mundo de las letras… A partir del cobro todo eran excusas”. “Hace cuatro años –afirma Antonio González– firmé un contrato de publicación de un poemario del que guardo copia y justificaciones de ingreso a favor de Rojas de unas 400.000 ptas. El contrato establecía un plazo máximo de publicación de año y medio. A fecha de hoy tengo sólo un contrato, medio millón menos, y pocas ganas de publicar”.