Poco después de que comenzara la cuarentena en todo el mundo, empezó a circular la noticia acerca de una novela escrita cien años atrás que relataba una situación idéntica a la que estábamos comenzando a vivir. La referencia era hacia “La máquina se detiene” de E. M. Forster.
Sin estar muy seguro siquiera de haber escuchado su título alguna vez, la curiosidad pudo más en mí, por lo que la busqué y me puse a leerla.
Y cuando comencé a hacerlo me di cuenta del primer hecho falso que habían anunciado: no se trataba de una novela sino de un cuento.
La historia se desarrolla en un tiempo futuro indefinido en donde los seres humanos viven en pequeños recintos bajo tierra donde absolutamente todo se encuentra automatizado por un gran sistema al que llaman la Máquina. Aquí, el segundo hecho falso: el título, que debería ser “La Máquina se detiene”, con mayúscula, y no “La máquina se detiene”.
Centrado en sus dos protagonistas, Vashti y Kuno, madre e hijo respectivamente, el relato gira acerca de la vida cotidiana de Vashti, que poco difiere de la del resto de las personas. Nuevo hecho falso: no existe ninguna pandemia. Las personas viven sus vidas en aislamiento, pero voluntario y sin la existencia de virus alguno.
Sin embargo, vale la pena mencionar que el texto tiene revelaciones proféticas acerca de la vida de principios del siglo 21. Se hace referencia a la deshumanización de las relaciones personales, al expolio de los recursos naturales, al avance de la tecnología, y al confort como bien supremo.
Aquí, algunos de sus párrafos destacados:
“Ella conocía a varios miles de personas; en algún sentido, la interacción humana había avanzado mucho”.
“…irritación – una cualidad cada vez más desarrollada en esta vida acelerada”.
“A su lado, en la pequeña mesa de lectura, se encontraba un vestigio de la era de la lectura: un libro”.
“Los bosques habían sido destruidos… con el propósito de hacer pasta para periódicos”.
“Nosotros creamos la Máquina para hacer nuestra voluntad, pero no podemos hacer que haga nuestra voluntad ahora. Nos ha robado el sentido del espacio y el sentido del tacto, ha distorsionado cada relación humana y ha convertido el amor en un mero acto carnal; ha paralizado nuestro cuerpo y nuestra voluntad, y ahora nos compete adorarla”.
En definitiva, es un cuento interesante desde su temática distópica, y correctamente redactado; otra obra más que desde el siglo 20 nos alerta sobre los peligros de la tecnología mal utilizada.
“Y con el tiempo llegará una generación que estará más allá de los hechos y las impresiones, una generación absolutamente descolorida, una generación seráficamente libre de las huellas de la personalidad”.