No es que sea un fanático de Stephen King ni lo haya sido nunca, pero creo que cada nuevo libro suyo debe celebrarse.
¿Por qué? Porque a pesar de los altibajos en su producción sigue manteniendo una prolificidad y una imaginación admirables. Porque el transcurso del tiempo no ha significado una merma en su diversidad de registros. Porque casi cincuenta años después de su primera novela se mantiene fiel a su estilo. Y, tal vez, lo más importante para mí, porque es un referente de mi generación.
Sin polemizar acerca de su mérito literario, la mayoría de los lectores están de acuerdo en que es un escritor de género. Pero lo que hace, lo hace bien, y eso para mí es suficiente.
Su nuevo libro, “La sangre manda”, es una colección de cuatro novelas cortas en donde vuelve sobre sus temas preferidos.
Debo confesar que todavía no he leído el libro. Debo confesar también que ya lo he conseguido, y que será mi próxima lectura.