Náufrago del sol iba a ser el título de un cuento que finalmente nunca salió de mi mente.
En el listado en constante modificación de mis apuntes tentativos, Náufrago del sol se convirtió, primero, en una dirección de correo electrónico; luego, en un nombre de usuario de Twitter, y ahora, en el nombre de este blog.
Y está bien que así sea. Al igual que nosotros, los nombres tienen vida propia, y de la misma manera en que nacen, también se desarrollan y, eventualmente, pueden morir.
Como escritor creo en mi deber de no cercenar su voluntad de metamorfosis, y asimismo entiendo como una obligación abandonarlos a su libertad de sueños sin raíces.