Por Silvana Stabielli.
Hasta fines de 2019, Wei Guixia trabajaba en el mercado de mariscos de Wuhan, en China. El 10 de diciembre sintió un malestar similar a una gripe. Sí, estaba enferma, pero de otro mal. Con la llegada del COVID-19 o el “covid” (sustantivo común que ya está en el diccionario), empezó una nueva configuración del mundo que las palabras se encargaron de reflejar. Si alguna duda nos quedaba de que este tiempo iba a ser recordado para siempre, la acción de hacer un inventario de esta neolengua es la mejor acción para garantizar la memoria.
Citando a Ferdinand de Saussure, podríamos decir que el habla reaccionó rápido y empezamos a ponerles nombre a actividades que no conocíamos (zoomear, cuarentenear) y a usar palabras que antes estaban circunscritas a contextos muy específicos (protocolo, sanitizar). Frente a tantas novedades, la lengua también reaccionó rápido. El Diccionario histórico de la lengua española integró muchos nuevos vocablos que circulaban en el habla y en la conversación pública. La versión de la obra en línea agrega 715 términos y suma 6325 de los cuales muchos pertenecen al vocabulario sanitario.
El año pasado, semana a semana, fuimos apuntando en esta columna qué íbamos escuchando. Ser testigos de esa creatividad nos llevó a entender que la lengua es como un guante que se adapta a la mano y que hoy la mano es esta: el nacimiento de un “covidioma”.
La RAE lo describe como “vocabulario creado durante la pandemia de la covid” y registra su aparición en junio de 2020 en un texto llamado “El nacimiento de la coronalengua” que fue publicado en el diario Última Hora de Paraguay.
El prefijo “corona-” participa de muchos neologismos del covidioma. En esta “coronageneración” nacen “coronabebés”, palabra que también está presente en la versión en línea del diccionario. Sirve para referirse a los nacidos en tiempos de barbijo y alcohol en gel y que -por ahora- no tendrán registro de lo que es andar por la calle y ver la sonrisa en la boca de nadie.
Tapaboca y sanitizar
Llegó para quedarse, empezaron siendo de fabricación casera y hoy se fabrican con toda sofisticación. En la Argentina, le decimos “barbijo”; en España, “mascarilla”. Sin embargo, el término que más se popularizó es “tapaboca” o “tapabocas”. Las dos formas, singular y plural, se registran en el diccionario. De paso: “El uso de tapabocas es obligatorio”.
La lengua es como un guante que se adapta a la mano, la mano es esta: el coronavirus monopolizó la conversación pública.
Aunque por recomendación de los que saben hemos aflojado un poco con la manía de echarle alcohol a todo, un verbo que se oyó mucho el año pasado es “sanitizar” del que deriva el sustantivo “sanitización”. En el caso del verbo, se trata de un “anglicismo”. Sanitize quiere decir desinfectar, esterilizar.
Cuarenpena y balconazi
Sabemos que la lengua es una caja de herramientas. La suerte de los neologismos que creamos depende de la difusión: si la palabra se repite, entonces es un éxito.
En relación con el aislamiento o confinamiento, apareció ”cuarenpena”, una síntesis lingüística de la mezcla de tristeza e incertidumbre que produce el aislamiento.
Por último, una palabra con memoria que surgió el año pasado en Europa: “balconazi”. Se llamó así al que se dedica a insultar, desde los balcones, a los que circulan por la calle sin respetar las restricciones. Aunque estemos de acuerdo en llamar “covidiotas” a los que burlan el esfuerzo de todos, tampoco es recomendable el escrache público ejercido por el “balconazi” o “buchón” que acusa sin saber por qué la persona señalada ha tenido que salir a la calle.
Van a seguir surgiendo palabras de la peste y las vamos a seguir contando. Por ahora, el coronavirus es el tema que domina nuestra vida, pero por suerte ya descubrieron la vacuna.