Sería un lugar común mencionar que alguien escribe porque no puede evitarlo, porque está destinado a eso, o porque es su forma de respirar. Aunque siempre hay algo de todo lo anterior.
Para mí, la partida de nacimiento como aprendiz de escritor tuvo una fecha concreta: enero de 1991.
Ya se había insinuado en mí el amor hacia los libros, pero ni las lecturas que me habían apasionado o las buenas calificaciones en Literatura durante el Colegio Secundario me habían hecho sospechar que pudiera llegar a escribir.
En enero de 1991 estaba de vacaciones en Mar del Plata, y conocí a una muchacha que provocó que mis tardes y noches posteriores a nuestro primer encuentro me encontraran borroneando mis primeros versos.
Ése fue el inicio que me llevó a desandar este camino sobre el arte de escribir. Si esa muchacha no hubiera aparecido en mi vida, tal vez nunca hubiera encontrado mi vocación, o lo hubiera hecho mucho más tarde.
Que sirva este párrafo como silencioso agradecimiento hacia ella. Porque jamás supo lo que provocó en mí, y seguramente nunca lo sabrá.