Desde que comenzaron a entregarse los Premios Nobel de Literatura, allá por 1901, ha habido pocos ganadores que no han suscitado polémica.
El caso de la novelista francesa Annie Ernaux, merecedora del galardón del presente año, no es una de ellas. Las críticas hacia su elección son tanto de índole personal como relativas al contexto internacional que se está viviendo actualmente.
En el primer caso, la autora de El acontecimiento, formó parte, en mayo de 2019, del colectivo de más de cien artistas franceses que llamó a boicotear el concurso de Eurovisión por celebrarse en Israel, del mismo modo en el que ya había manifestado públicamente sus posiciones antiisraelíes en otras oportunidades, durante los últimos años.
En el otro sentido, algunos creen que el premio debió ser otorgado a Vladimir Sorokin, por su postura antirusa en tiempos de la invasión a Ucrania; o a Salman Rushdie, como reconocimiento por haber sobrevivido al atentado sufrido -débil argumento- pocas semanas atrás.
Separar la obra del artista se revela, una vez más, absolutamente necesario. Es sabido que muchos críticos al premio de la Academia Sueca definen al mismo como político. La verdad, es que es un reconocimiento a una obra literaria de calidad, enmarcada en un contexto político determinado, cuyos valores defienden los miembros electores de la Fundación Nobel.
Como sea, la noticia del otorgamiento de tan importante premio a una persona medianamente desconocida para el gran público, es una oportunidad para que muchos de nosotros podamos acercarnos a ella, con la esperanza de que sus páginas sean un vivo placer estético.