Raúl Gonzalez Tuñón

El 14 de agosto pasado se conmemoró un nuevo aniversario del fallecimiento de Raúl González Tuñón.

Había nacido en Buenos Aires el 29 de marzo de 1905 en el barrio de Once, y fue una de las mayores influencias de la poesía escrita de la Argentina y América Latina. Hijo de inmigrantes españoles de origen obrero, Raúl heredó el compromiso social de su abuelo, un minero asturiano y socialista que fue el primero en llevarlo a una manifestación.

En 1930 trabajó en el diario Crítica. Su pasión por la poesía se desarrolló a la vez que ejercía su rol como periodista, profesión que lo llevó a cubrir la Guerra Civil Española. Amigo de Federico García Lorca, Miguel Hernández y Pablo Neruda, González Tuñón fundó la sede chilena de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura.

González Tuñón es considerado uno de los fundadores de la corriente moderna de poesía urbana; sus temáticas se centran en viajes, barrios de París y Buenos Aires, pueblos de la Cordillera de los Andes o Patagonia, personajes de circo, marineros y contrabandistas. Fue uno de los precursores de la poesía combativa en la Argentina con sus poemas civiles.

Su compromiso político y social nunca lo abandonó. Fue consecuente con su pensamiento hasta su último aliento. Un detalle de su vida lo pinta de cuerpo entero: la noche anterior a su fallecimiento había terminado un poema en honor al cantante chileno Víctor Jara.

Para mí, la poesía suya es, como la de todo grande de las letras, inclasificable. Aunque a veces uno recuerda a ciertos autores por la impresión que causaron algunas de sus frases. En mi caso, siempre me pareció magnífica su Saudade con nombres y fechas, del libro Hay alguien que está esperando, cuando recrea unos magistrales versos que desnudan su sensibilidad:

Yo solía mirar por las ventanas las nubes vagabundas, las

azoteas sórdidas,

los techos que embellecen los súbitos chubascos.

Algún gris profesor, sin pasado, sin ángel, me llamó

distraído.

Yo miraba la vida.

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