Ucrania y Orwell

Miquel Berga.

Este mes de marzo se cumplen 75 años de la publicación de

Kolhosp Tvaryn, la primera edición ucraniana de Rebelión en la

granja, de George Orwell (1903-1950). Las circunstancias de

aquella iniciativa se ven hoy cargadas de resonancias

significativas mientras sigue aumentando la riada de centenares

de miles de ucranianos que huyen de su país ante la invasión

militar de Putin. El dictador ruso, en un giro netamente

orwelliano, no habla de guerra sino de «operación militar

especial”. El uso de eufemismos de este tipo para tapar las

realidades son fáciles de detectar para los lectores de Mil

novecientos ochenta y cuatro, la brillante disección que Orwell

escribió en forma de novela sobre los mecanismos inherentes a

los sistemas totalitarios.

Orwell no consiguió publicar Animal Farm, su sátira anti-

estalinista, hasta 1945, justo cuando la Unión Soviética y el

Reino Unido habían dejado de ser aliados de guerra. Seis meses

más tarde, un joven lingüista ucraniano refugiado, Ihor

Sevcenko, quedó fascinado por las verdades profundas que

emergían de aquel pequeño volumen que Orwell subtituló,

irónicamente, “un cuento de hadas” y decidió traducirlo a su

lengua. Sevcenko se puso en contacto con Orwell para pedirle

un prólogo especial para dar contexto a aquella edición tan

especial. El autor de Homenaje a Cataluña lo hizo con mucho

gusto, convencido de que nada podía ser más efectivo que la

disidencia de los que habían vivido bajo Stalin. El texto original

de Orwell se perdió, y lo que tenemos es una retraducción al

inglés de la traducción de Sevcenko.

La obra, según explicó Sevcenko a Orwell, se editó por iniciativa

de un núcleo de ucranianos soviéticos, la mayoría de los cuales

habían sido miembros del partido bolchevique que acabaron

pasando por los campos de concentración de Siberia por sus

críticas contra “el bonapartismo contrarrevolucionario de Stalin

y la explotación que el nacionalismo ruso hacía del pueblo

ucraniano”. De la obra se distribuyeron unos dos mil ejemplares

entre los refugiados ucranianos que se amontonaban en los

llamados “ campos para personas desplazadas” instalados en

Alemania en los primeros años de la posguerra. Para aquellos

refugiados, el texto de Orwell en su lengua era un manifiesto de

resistencia, una brizna de esperanza sobre la conciencia, entre

los países democráticos, de la naturaleza real del estalinismo.

Gracias a la edición ucraniana, conocemos la génesis del libro de

Orwell en sus propias palabras: “ A mi vuelta de España pensé

en exponer el mito soviético en una historia fácil de entender

para casi todo el mundo y que se pudiera traducir fácilmente a

otros idiomas. No obstante, los detalles reales de la historia no

me llegaron hasta que un día (entonces vivía en un pequeño

pueblo) vi a un niño pequeño, quizá de diez años, conduciendo

un enorme carro por un camino estrecho mientras azotaba el

caballo siempre que intentaba girar. Me sorprendió que si tan

solo estos animales tomaran conciencia de su fuerza, no

tendríamos ningún poder sobre ellos, y que los hombres

explotan los animales de la misma manera que los ricos

explotan el proletariado. Procedí a analizar la teoría de Marx

desde el punto de vista de los animales.”

Ihor Sevcenko, el traductor de Rebelión en la granja, aquel

joven refugiado ucraniano de 1947 que huía de la Rusia

Soviética, consiguió vivir y seguir estudiando con una beca en la

universidad de Lovaina, en Bélgica. Años más tarde, se convirtió

en un reputado académico de lenguas eslavas en Harvard. Murió

en el 2009.

Hace tres años, Andrea Chalupa, descendiente de ucranianos,

promovió la película Mr Jones, sobre un periodista en la URSS

de la década de los treinta y las dificultades que sufrió para

denunciar la hambruna que se sufría en la Ucrania de Stalin.

Chalupa guarda como un tesoro la edición de Rebelión en la

granja que su abuelo había conseguido en los campos de

refugiados de la posguerra y su película juega con un Orwell

ficticio como un homenaje sutil al escritor inglés. A propósito

del estreno de la película, Andrea Chalupa declaró: “ Ucrania es

el objetivo número uno de Putin, y Kiev es el vivero de la

oposición a su régimen… los paralelismos históricos son

alucinantes y la manera como un dictador intenta consolidar su

poder siempre se repite”.

Los autoritarismos no son, efectivamente, muy creativos. La

retórica en relación a sus objetivos puede tener variaciones, pero

la miseria moral y material que proyectan los dictadores sobre

su propio pueblo es invariablemente la misma. La misma que

podemos constatar estos días.

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