Gente sentada bajo sombras verdes, o que da vueltas,
los niños toquetean la hierba que despierta,
serena se posa una nube, sereno canta un pájaro,
y, brillando como un espejo oscilante,
el sol ilumina las pelotas que botan, los perros que ladran,
la neblina de hojas detenida en las ramas, y a mí,
que recorro el parque con cara de pocos amigos,
una esterilidad indigerible.
La primavera, de las estaciones la más gratuita,
es un patio de flores espontáneas, es un curso de agua,
es la hija más múltiple y entusiasta de la tierra;
y aquellos que más la ignoran son quienes mejor la ven,
sus caminos se vuelven tortuosos y pusilánimes;
sus visiones, claras como una montaña; sus necesidades,
presuntuosas.
Philip Larkin