Por Alejandro Gamero.
Desde la antigüedad, muchos han sido los métodos utilizados para predecir el futuro: el vuelo de las aves, la interpretación de los sueños, la lectura de las vísceras de animales sacrificados o ciertos fenómenos físicos como los eclipses, los terremotos o la posición de las estrellas y astros. Uno de los menos conocidos hoy en día, descrito por Alberto Manguel en Una historia de la lectura, consiste en utilizar como oráculo una de las obras cumbres de la literatura universal: la Eneida de Virgilio. Tan asentada estuvo esta práctica durante la antigüedad y la Edad Media que incluso tenía su propio nombre: las Sortes Vergilianae.
Quienes deseaban adivinar el futuro de esta forma abrían el libro al azar y seleccionaban un pasaje que interpretaban como respuesta divina a sus preguntas o inquietudes. Un procedimiento que sin duda se basa en la creencia de que los textos literarios podían contener mensajes divinos, reforzado además en el caso de la Eneida en la figura de Virgilio, de enorme importancia cultural y espiritual (por ejemplo, en la Divina Comedia ejerce de guía del inframundo). De hecho, la Eneida era vista no solo como una obra maestra de la literatura, sino como un texto con un aura casi profética, capaz de ofrecer orientación en momentos de incertidumbre.
Se cuenta que durante el siglo IV, el emperador romano Adriano recurrió a este sistema de adivinación en busca de consejo. Más tarde, en la Edad Media, la práctica se extendió en círculos académicos y religiosos. Aunque su uso principal era adivinatorio, también se utilizaba como un ejercicio intelectual para interpretar la poesía clásica. Otro caso de uso de las Sortes Vergilianae fue el protagonizado por el vizconde Falkland y el rey Carlos I en una biblioteca pública en Oxford. El rey abrió el libro por la parte de Dido contra Eneas lo que le causó preocupación. Falkland también uso el procedimiento para evitar que el rey se preocupara por su predicción. Sin embargo, el pasaje que le salió a Falkland fue el de Evandro sobre la muerte prematura de su hijo Palas, lo que fue interpretado como un presagio de la muerte de Falkland en la Primera Batalla de Newbury en 1643.
Las Sortes Vergilianae ofrecían una mezcla de azar e interpretación personal. Los que usaban este método a menudo leían los pasajes seleccionados buscando metáforas y mensajes que se ajustaran a sus circunstancias, lo que ha llevó a muchos a criticar la práctica como un ejemplo de lectura sesgada. Sin embargo, esta crítica no disminuye el valor histórico y cultural de una práctica que refleja la profunda conexión de las sociedades antiguas con sus textos literarios y su capacidad para encontrar significado en ellos (recordemos que este método de adivinación no era exclusivo de Virgilio sino que se basaba en otros autores antiguos considerados sabios, como en las Sortes Homericae, que utilizaban los textos de Homero, o las Sortes Biblicae, basadas en las Escrituras).