La amistad es un servicio

Por Diana Baccaro.

Habrá que llegar hasta la página 101 para tropezar con la frase que justificará la lectura de todo el libro. Y habrá que subrayarla, obvio, aunque los puristas de los textos sigan pensando que marcar las páginas es un pecado que ensucia la armonía visual y blá blá. Los que estamos en el bando de los “pecadores”, entonces, tomaremos sin culpa un lápiz negro y haremos nuestra la frase de Sándor Márai con un solo trazo: “La amistad es un servicio”.

El novelista húngaro la escribió antes de que en 1947 se inventaran los sobrecitos de azúcar y esos típicos mensajes motivacionales que llegaron mucho tiempo después para sacarnos una sonrisa al revolver el café. Y mucho antes también de que comenzara a festejarse el Día del Amigo por aquello de la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969.

Sándor Márai publicó en 1942 la conmovedora historia de dos amigos en “El Ultimo encuentro”, una obra que permaneció durante mucho tiempo desconocida para el gran público. Tras la ocupación soviética de Hungría y el establecimiento del régimen comunista, el escritor y periodista fue proscripto. Lo acusaron de “decadente y burgués” y tuvo que abandonar su país. Márai se volvió atractivo para el mercado editorial recién a fines del siglo XX, y desde su tardío redescubrimiento su nombre no para de ganar impacto.

Habrá que volver a la página 101 de «El último encuentro” para entender su disertación sobre la amistad (esa gran pasión argentina), sus límites, su valor, sus necesidades y sus exigencias. “La amistad es un servicio. Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias”.

Los personajes de la historia de Márai fueron mejores amigos y se criaron prácticamente juntos. Hasta que un hecho les cambió la vida para siempre. ¿Qué pasó? El suspenso y la tensión aumentan en cada página. Todo ocurre al pie de los Cárpatos, en un pequeño castillo de caza en Hungría, donde alguna vez se celebraron elegantes veladas y en cuyos salones de estilo francés se escuchaba la música de Chopin.

Pero ahora no. Más de cuarenta años después, los dos amigos vuelven a reunirse en la misma mansión, en la misma mesa, con el mismo sillón de cuero a la derecha. Sopa, trucha, carne poco hecha y gallina de Guinea. Un Pommard cosecha 98 y el Chablis para el pescado. Son dos hombres viejos, frente a frente, con toda la historia en sus espaldas. Con sus miedos y miserias. Y la amistad, con la nostalgia, la oscuridad, la luz y la poesía, como eje central de ese último encuentro.

Una obra de arte que ilumina el alma humana y sus debilidades con una técnica narrativa que desarrolla una reflexión de corte filosófico para entender un poco más qué es la amistad y por qué hay que celebrarla todos los días.

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