Gerard de Nerval tuvo una vida agitada. Marcada por numerosos viajes y relaciones, no fueron menos sus internaciones en centros de salud mental.
Probablemente haya sido el más romántico de los poetas franceses decimonónicos, y su influencia se haría sentir fuertemente en el siglo veinte.
Había nacido en París un 22 de mayo de 1808, y este artículo pretende ser un homenaje a su obra.
En los últimos años de su vida, Nerval había perdido definitivamente la razón, lo que lo llevó a ahorcarse un 26 de enero de 1855 en su ciudad natal. Como previendo su inevitable final escribió el poema Epitafio, que sería uno de los últimos que escribió:
A ratos vivió alegre igual que un gorrión
este poeta loco, amador e indolente,
y otras veces sombrío cual Clitandro doliente…
cierto día una mano llamó a su habitación.
¡Era la muerte! Entonces él suspiró: “Señora,
dejadme urdir las rimas de mi último soneto”.
Después cerró los ojos -acaso un poco inquieto
ante el frío enigma- para aguardar su hora…
Dicen que fue holgazán, errátil e ilusorio,
que dejaba secar la tinta en su escritorio.
Lo quiso saber todo y al final nada ha sabido.
Y una noche de invierno, cansado de la vida,
dejó escapar el alma de la carne podrida
y se fue preguntando: ¿Para qué habré venido?